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CAPITULO 2 - LAZOS AMBIENTALES ENTRE LA SILVICULTURA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA


2.1 ARBOLES Y MICROCLIMA
2.2 PROTECCION CONTRA EL VIENTO, EROSION DEL SUELO Y RENDIMIENTOS DE LOS CULTIVOS ALIMENTARIOS
2.3 EL PAPEL DE LOS ARBOLES EN LA PREVENCION DE LA EROSION HIDRICA
2.4 PROTECCION QUE BRINDAN LOS MONTES EN ZONAS CRITICAS O EN PELIGRO
2.5 LOS BOSQUES Y EL ABASTECIMIENTO HIDRICO
2.6 MONTES, SEDIMENTOS Y CALIDAD DEL AGUA
2.7 LOS BOSQUES Y EL CLIMA GLOBAL
2.8 ¿LOS BOSQUES PROVOCAN LLUVIAS?
2.9 BOSQUES Y RECURSOS GENETICOS

La sostenibilidad de la producción alimentaria depende de la existencia de un ambiente estable y favorable. Tanto a nivel local como a nivel regional y global, los árboles y los montes pueden ejercer una profunda influencia sobre el ambiente. Al proteger el suelo de la erosión y al estabilizar las laderas de las montañas, las riberas costeñas expuestas y otras zonas fragües, pueden ayudar a preservar la integridad de la tierra agrícola e igualmente, pueden afectar los regímenes hídrico y climático, que son vitales para la agricultura.

En algunos casos, los beneficios ambientales que aportan los árboles son claramente visibles. Por ejemplo, cuando se talan terrenos en pendiente, el daño causado por la erosión es evidente. Otras influencias sobre el ambiente, sin embargo, son más difíciles de medir. Particularmente a nivel regional y global muchas veces resulta dificultoso aislar los efectos de los árboles de los demás factores. Subsisten muchas controversias y no todas las creencias populares sobre los beneficios que los árboles aportan pueden ser apoyadas por pruebas científicas. Por consiguiente, es necesario ser cuidadoso al considerar los lazos ambientales que unen la silvicultura con la seguridad alimentaria. Es importante distinguir los efectos que pueden ser claramente demostrados y con los cuales se debe contar de aquéllos que aún siguen siendo materia de especulación y pueden depender en gran medida de las condiciones locales.

2.1 ARBOLES Y MICROCLIMA


2.1.1 Temperatura y humedad
2.1.2 Sombra
2.1.3 Disponibilidad de humedad

Las interacciones existentes entre los árboles y la producción de alimentos son más evidentes a micronivel. Los árboles, por ejemplo, cuando plantados en el interior de zonas agrícolas, demostraron poseer una variedad de efectos sobre el microclima local influyendo sobre la temperatura y la humedad, la disponibilidad de ésta y la luz.

2.1.1 Temperatura y humedad

La cobertura arbórea puede ejercer una considerable influencia moderando la temperatura del aire y del suelo y aumentando la humedad relativa (Lal y Cummings, 1979). Ambos efectos son generalmente benéficos para el crecimiento de los cultivos y por ello son utilizados en muchos sistemas agroforestales (Weber y Hoskins, 1983; Vergara y Briones, 1987).

La magnitud de la realización práctica de estos beneficios depende de la cantidad de árboles. Un árbol aislado plantado en medio de los cultivos sólo puede ejercer un efecto menor y localizado. Cuanto más se parezca el sistema a un monte cerrado, por su estructura de cobertura y por el espacio entre los árboles, mayores efectos benéficos tendrá sobre la humedad y la temperatura.

2.1.2 Sombra

La sombra de los árboles puede tener efectos tanto positivos como negativos. En efecto, sobre los cultivos o los pastos reduce la actividad fotosintética de los mismos y, superando cierto punto, afectará los índices de crecimiento. Si la sombra es prolongada y completa, perecerán la mayor parte de las plantas anuales y de las perennes que no toleran la sombra. Sin embargo, puesto que los árboles también alteran la temperatura y la humedad, estos factores podrían compensar con creces la reducción de la luz.

En algunos casos, cantidades variables de sombra pueden beneficiar diferentes cultivos. Algunos tipos de café, por ejemplo, son cultivados deliberadamente bajo una sombra parcial. En algunas partes de América Latina tradicionalmente se usa con este fin la Grevillia robusta. El nombre en español de la Gliricidia sepium, "madre del cacao", indica que es ampliamente utilizada para dar sombra a las plantaciones de cacao. En Sri Lanka, son utilizadas simultáneamente diferentes especies arbóreas; algunas de las plantaciones de té mejor administradas obtienen sombra alta de la Albizia lebbek o de la Grevillia robusta y una sombra intermedia de la Gliricidia sepium o de la Erythrina sp.

La sombra también puede ser muy deseable en la ganadería, particularmente en los climas cálidos (Daly, 1984). Aunque tendera a reducir la producción de forraje bajo los árboles, compensará este efecto mediante la protección contra el ardiente sol del mediodía que aquéllos brindan a los animales y a los seres humanos. Incluso un solo árbol es muy apreciado en las condiciones semiáridas o de desierto, como las de las zonas sahelianas o sudanesas de Africa, donde "cada árbol es un oasis" (Gorse, 1985).

A este respecto, la especie africana Acacia albida tiene la característica fuera de lo común de carecer de hojas en la estación de las lluvias, de modo de no arrojar sombra sobre los cultivos que cubre, pero de tener en cambio una amplia cobertura durante la estación cálida y seca, ofreciendo así una importante sombra al ganado (Weber y Hoskins, 1983). Donde los animales descansan, se acumula el estiércol y, como resultado de ello, aumenta la fertilidad no sólo del árbol sino también de los cultivos plantados cerca de éste (Bonkoungou, 1985).

Los beneficios globales de la sombra no siempre pueden ser definidos tajantemente. En los grandes sistemas de monocultivo intensivo la sombra puede resultar desventajosa, mientras que en los sistemas menos intensivos, en las propiedades de los pequeños campesinos o en suelos menos productivos, ella puede traer aparejadas muchas ventajas (Beer, 1987). Al respecto, los factores específicos de cada localidad resultan cruciales. Los beneficios de la sombra dependen de los climas y suelos locales así como de las especies particulares involucradas. En el caso de los cultivadores tomados individualmente, las exigencias del cuidado de los árboles mismos y la posibilidad de comercializar los productos de éstos son también factores importantes.

Las complicadas evaluaciones que debe efectuar un cultivador para elegir la cobertura óptima de sombra se demuestran claramente en un estudio realizado en Tailandia nordoriental donde en la mayor parte de los campos arroceros se encuentran comúnmente árboles. En efecto, se encontró allí que la sombra que éstos aportaban era la razón primaria de su mantenimiento en la tierra agrícola pues durante la estación cálida y seca el ganado pasa buena parte de su tiempo descansando y pastando a la sombra o cerca de ella. Los cultivadores tienen plena conciencia de los efectos negativos de la sombra excesiva sobre el arroz (crecimiento más rápido y con mayor altura, lo cual lo hace propenso a quebrarse, combinado con la producción de menos retoños, menos grano y de un grano menos lleno). Pero piensan que los beneficios compensan esos costos y controlan en muchos casos la sombra podando los árboles. Las especies Phyllanthus polythyllus eran particularmente apreciadas porque su follaje esparso no creaba demasiada sombra. Sus raíces, además, ayudan a estabilizar los terraplenes que se desmoronan y sus ramas pueden ser utilizadas para hacer postes, vallas, como leña y para fabricar carbón de leña (Grandstaff et al, 1986).

2.1.3 Disponibilidad de humedad

Los árboles influencian la disponibilidad de la humedad del suelo en su vecindad inmediata. La intercepción de las precipitaciones por su follaje influencia a su vez la cantidad de humedad que llega al suelo. Bajo un árbol muy frondoso, si la lluvia es corta y leve, puede llegar al suelo una cantidad de agua muy escasa o incluso ninguna precipitación, la cual sólo llegará a la tierra cuando las frondas estén totalmente empapadas. Además, un árbol influye sobre la distribución de la humedad que llega al suelo. Esta puede provenir de la caída directa (las gotas de lluvia que caen por entre las hojas), del goteo de éstas o del agua que se desliza por los tallos y las características y formas del árbol determinan cuál es el modo preponderante. Bajo la copa del árbol podrían crecer plantas allí donde el agua que corre por el tronco y los tallos o que cae de aquélla concentra la humedad, creando así un microambiente particularmente hospitalario.

Por la copa de los árboles se pierde un poco de agua mediante la evaporación. En las zonas húmedas, las pérdidas por la evaporación de la cobertura arbórea puede llegar a representar entre el 10 y el 30 por ciento del total anual bruto de precipitaciones (Vis, 1986). Aunque cualquier superficie donde el agua se deposita temporariamente tiene cierto grado de evaporación, la del follaje de los árboles es generalmente mayor que las de las plantas a ras del suelo o cercanas al mismo, sobre todo debido a la rugosidad y altura de la copa (Hamilton y Pearce, 1986).

La absorción del agua por las raíces de los árboles también puede tener un efecto importante sobre la disponibilidad local de humedad. La influencia sobre el rendimiento de los cultivos, sin embargo, dependerá de la medida en que el crecimiento de éstos es limitado por el factor agua. Cuanto más seco sea un ambiente, es más probable que ésto pueda plantearse un problema. Los efectos también variarán mucho según sean las especies; los árboles con raíces horizontales superficiales competirán mucho más con los cultivos que aquellas especies con raíces profundas.

2.2 PROTECCION CONTRA EL VIENTO, EROSION DEL SUELO Y RENDIMIENTOS DE LOS CULTIVOS ALIMENTARIOS


2.2.1 Los árboles, barreras contra la erosión
2.2.2 Otros beneficios de las barreras rompevientos
2.2.3 Efectos de las barreras rompevientos sobre los rendimientos de los cultivos

Uno de los beneficios más ampliamente reconocidos que los árboles aportan a su ambiente más cercano es su capacidad de reducir la velocidad del viento. En muchas partes del mundo los agricultores utilizan rompevientos - o cinturones de árboles compuestos por diversas especies para proteger los cultivos, las fuentes de agua, los suelos y las habitaciones. Además, tales rompevientos constituyen los primeros pasos esenciales para la estabilización de las dunas de arena.

Pueden citarse numerosos ejemplos. A lo largo de miles de canales y campos regados de Egipto se alinean altas filas de casuarinas. En Chad y Níger los cinturones de árboles de diversas especies protegen de la desertifícación grandes extensiones de tierra agrícola. En China, en los años recientes se ha realizado un programa masivo de creación de "redes de monten en la región de las llanuras centrales, que está en peligro de desertificación. Estas consisten en una "reja" de rompevientos y cada "red" encierra entre 4 y 26 hectáreas de tierra cultivable, según sea la gravedad del problema planteado por el viento. Se han utilizado en particular las Paulownia sp. debido a sus raíces profundas y a su sombra relativamente suave.

2.2.1 Los árboles, barreras contra la erosión

La reducción de la velocidad del viento ayuda de modo importante a impedir la erosión eólica y los daños que la misma causa (Chepil, 1945). Estos incluyen tanto la pérdida de la capa superior del suelo, rica en nutrientes, como los perjuicios resultantes de los daños físicos a los cultivos y al ganado o el entierro parcial de los campos. Cuando los suelos son secos y pelados sufren más la erosión del viento. Por consiguiente, el pastoreo excesivo o cualquier tipo de actividad agrícola que elimine la cubierta vegetal expone más al suelo a la erosión eólica. El peligro aumenta cuanto más largo tiempo permanezca desnuda la superficie del suelo y con el grado de sequía.

Eucaliptus plantados en Túnez de modo de formar un rompevientos

Un cinturón verde o una protección contra los vientos, bien desarrollado, puede tener una influencia considerable al reducir la velocidad del viento a nivel de la superficie del suelo. Cuando la barrera está ubicada en el ángulo justo respecto a la dirección del viento, se ha registrado que este efecto se extiende en más de 5 a 10 veces la altura de la barrera hacia barlovento y entre 30 y 35 veces la altura hacia sotavento. Una reducción aunque pequeña en la velocidad del viento, puede tener un efecto significativo sobre la erosión del suelo, en parte debido a que el índice de secado de los suelos se reduce después de las tormentas.

Un rompevientos que utilice una mezcla de especies constituye en toda su altura una eficaz barrera semipermeable contra el viento. Ello da forma diferente al rompevientos y asegura también al mismo una larga duración (al mezclar especies con índices de crecimiento variados). Además, la mezcla de especies protege contra el riesgo de un ataque inesperado de enfermedades o insectos que podrían destruir algunas especies aisladas. Los árboles diseminados en los campos, como la Acacia albida en la sabana de Africa Occidental, pueden también modificar el tipo de vientos, con un efecto similar a los más formales rompevientos y cinturones verdes.

2.2.2 Otros beneficios de las barreras rompevientos

Además de reducir la erosión eólica, los rompevientos y los cinturones verdes de protección pueden beneficiar la agricultura de muchos otros modos:

* los rompevientos y los cinturones verdes pueden ayudar a impedir los daños mecánicos causados por los vientos violentos (Guyot, 1986). Los vientos que superan los 8 metros por segundo, por ejemplo, pueden romper las ramillas y ramas débiles de los cultivos de huerto. Tal pérdida de superficie para la fotosíntesis reduce la producción y puede afectar de manera adversa la floración y la fructificación del año siguiente. Los cultivos florecidos son particularmente dañados por los vientos fuertes y las frutas también pueden ser dañadas o desprendidas. En el caso de los cultivos cerealeros, la ruptura de los tallos o el aplastamiento constituyen un riesgo creciente cuando la cosecha madura;

* la protección resultante de los rompevientos ayuda a reducir en los cultivos la tasa de pérdida de agua por evapotranspiración; ello puede llegar a equivaler 30 veces la altura de la barrera arbórea (Konstantinov y Struzer, 1965);

* la reducción de la velocidad del viento puede evitar la aparición en los cultivos de cambios fisiológicos adversos, como la reducción de la superficie de las hojas y del índice de fotosíntesis que son característicos de algunos cultivos expuestos a fuertes vientos (Whitehead, 1965);

* los árboles y los abrigos de protección verde protegen al ganado, y en particular a los animales jóvenes, de los efectos dañinos de los vientos tanto fríos como calientes;

* los rompevientos aportan un elemento esencial para la estabilización de las dunas;

* los árboles plantados a lo largo de las costas pueden proteger a los cultivos de la salpicadura salina, permitiendo así que los mismos lleguen más cerca de la orilla. Los árboles seleccionados para tal función de barrera antisal deben tener cierto grado de tolerancia a este mineral, pues concentrarán la sal bajo sus copas. Las especies que han sido usadas exitosamente con este fin incluyen la Casuarina equisetifolia, la Casuarina glauca, el Pinus pinaster, el Pinus radiata y el Cupressus macrocarpa;

* las barreras contra el viento pueden reducir las pérdidas por evaporación de los estanques, canales de riego y otros espejos de agua, permitiendo así la existencia de una mayor cantidad de agua disponible para la producción de alimentos;

* al reducir la velocidad de los vientos, los rompevientos pueden ayudar a mejorar la polinización de los cultivos por los insectos. Esto es particularmente importante en los huertos frutales (Caborn 1965). Los criadores de abejas también comprobaron que la protección de sus colmenas contra los vientos era deseable en las zonas con vientos fuertes, fríos o cálidos;

* las barreras contra el viento pueden beneficiar al rendimiento de los cultivos reduciendo la incidencia y la gravedad de los daños causados por las plagas. Por ejemplo, estudios realizados sobre el escarabajo de Colorado mostraron una gran reducción de los huevos y larvas cerca de los rompevientos y una mayor densidad de los predatores del escarabajo cerca de los árboles (Karg, 1976).

Sin embargo, los efectos no son uniformes pues las barreras contra el viento pueden hospedar también especies que constituyen plagas dañosas y no sólo los enemigos de éstas (Janzen, 1976). Tradicionalmente se ha pensado que los árboles dan refugio a las moscas tse-tsé, pero esa opinión no es aceptada universalmente. La experiencia de Kenya y de Tanzania sugiere que los rompevientos no dan abrigo necesariamente a dichas moscas si el terreno bajo los árboles es relativamente abierto, si la cobertura arbórea es alta y la superficie del suelo es mantenida libre de hierbas;

Escarabajo de Colorado

Mosca tse-tsé

* Las barreras rompevientos pueden ayudar a impedir la difusión de las enfermedades de las plantas reduciendo la dispersión aérea de las esporas de éstas. Este efecto podría ser eliminado, sin embargo, por un desarrollo más rápido de las esporas de dichas enfermedades cerca de los rompevientos, debido a la mayor humedad relativa (Guyot, 1986).

Además de reducir la velocidad del viento, los rompevientos y los cinturones verdes de protección aportan una serie de beneficios directos mediante el forraje, la fruta, la madera y otros productos derivados de ellos. Incluso en el duro ambiente del desierto de Yemen, un rompevientos en dos filas de Conocarpus lancifolius rindió cada 20 años 350 metros cúbicos de madera por kilómetro, lo cual es más que suficiente para compensar los gastos de instalación, sin considerar los beneficios agrícolas adicionales (Costen, 1976). En el valle Majjia, en Níger, se estima que el corte de la parte superior de la barrera rompevientos, cada cuatro años, da a los habitantes locales postes para la construcción y madera por valor de 800 dólares EE.UU. por kilómetro de rompeviento (USAID, 1987). Se dispone de varios libros y manuales sobre el tema del diseño de las barreras rompevientos (ver Guyot, 1986; Bhimaya, 1976; Weber, 1986).

2.2.3 Efectos de las barreras rompevientos sobre los rendimientos de los cultivos

Los efectos de los rompevientos sobre los rendimientos de los cultivos se ilustran en el Cuadro 2.1. Cerca de la barrera, la sombra, la competencia de las raíces y el espacio físico ocupado por los árboles reducen los rendimientos. Un poco más lejos los beneficios comienzan a aparecer hasta que, a cierta distancia, nuevamente caen pues disminuye el efecto de los árboles.

De China provienen los informes sobre algunos de los más dramáticos crecimientos de los rendimientos pues allí los vientos secos y cálidos de verano constituyen una traba principal a la producción agrícola. En la prefectura de Hetian, donde a comienzos de los años 1980 fueron plantadas 110 000 hectáreas con rompevientos de Paulownia sp. utilizando el sistema de "red de montes", se han registrado aumentos en el rendimiento cerealero del 60%, junto con un 70% de aumento en la producción de seda natural y un 300% de aumento en la producción algodonera (Wang Shiji, 1988).

En varios países con clima mediterráneo se han registrado también importantes aumentos. Según un estudio que abarcó Argentina, Arabia Saudita, Bulgaria, California, Egipto, Israel, Italia y Túnez, barreras contra el viento bien diseñadas dieron un aumento neto de los rendimientos de los cultivos que oscila entre 80 y 200 por ciento (Jensen, 1984). Aumentos similares figuran en estudios realizados en las Antillas sobre los rendimientos de las verduras (Guyot, 1986).

En el Sahel, aunque todavía no se dispone de resultados válidos estadísticamente, las pruebas iniciales con el mijo y el sorgo sugieren que los campos protegidos por barreras rompevientos obtienen un rendimiento 23 por ciento más alto que el de los que carecen de dicha protección (Bognetteau-Verlinden, 1980). En un año con pocas lluvias, para los habitantes locales puede ser muy importante obtener una diferencia aún relativamente pequeña en los rendimientos de los cultivos.

Sin embargo, los efectos globales de los rompevientos sobre el rendimiento de los cultivos varían considerablemente. En algunos casos, los rendimientos crecieron de modo importante; en otros, la competencia por el agua y la luz y la pérdida de tierra para plantar resultaron negativos para los rendimientos de los cultivos. Como regla general, allí donde la tierra padece fuertes vientos durante la mayor parte del año o donde la erosión del suelo constituye un problema particular, generalmente será favorable la creación de barreras rompevientos. En cambio, donde no existen esas condiciones, las ventajas de las mismas podrían resultar menos evidentes. Además de los costos directos de mano de obra y de material de plantación, las barreras rompevientos quitarán alguna tierra a la producción agrícola y competirán con ella por el agua, la luz y los nutrientes. No obstante, los productos de las barreras, como el forraje, el combustible y los alimentos, el aumento de los rendimientos de los cultivos y la mejora del suelo deben bastar para cubrir esos costos. En muchos casos, para el agricultor, el efecto negativo sobre los rendimientos agrícolas pueden ser más que compensado por la madera y los otros productos de la barrera rompevientos misma y la existencia de este sistema de producción dual podría reducir los riesgos en el caso de que uno de ambos sistemas fallase.

CUADRO 2.1 Efecto de la protección brindada a un campo por una barrera rompevientos sobre la producción

Fuente: Hamilton 1988

2.3 EL PAPEL DE LOS ARBOLES EN LA PREVENCION DE LA EROSION HIDRICA

La erosión del suelo causada por el agua es un problema serio para la producción agrícola en muchas regiones tropicales y subtropicales. Se lleva las capas superiores del suelo, que son las más fértiles y puede destruir los cultivos mismos inundándolos. Los bosques (y los árboles) pueden ofrecer protección contra ciertos tipos de erosión provocada por las aguas. La erosión de la superficie causada por el agua en los bosques no perturbados es generalmente menor que la provocada en otros tipos de uso del suelo (Hamilton, 1983). La eliminación de los montes, dejando así expuesto el suelo, puede tener, por lo tanto, un efecto radical al aumentar el índice de erosión del suelo.

Contrariamente a lo que a menudo se piensa, lo que más protege el suelo no son las copas altas de los árboles, sino la cobertura del suelo y las hojas y material en descomposición que están bajo ellas (Hamilton, 1986). Si el suelo está desnudo, las grandes gotas de agua que caen de la copa de un árbol alto podrían causar erosión con su impacto e iniciar un efecto de lavado, mayor que el que provoca la lluvia al caer sobre un suelo desnudo, al descubierto (Lembaga Ekologi, 1980). Por lo tanto, no es la tala de los árboles lo que a menudo provoca la erosión de la superficie sino los daños causados a la vegetación inferior y a la cubierta de hojas, dejando al desnudo el suelo, lo cual está asociado a la tala de los árboles.

TABLA 2.1 Ocurrencia de erosión bajo varios tipos de bosque tropical húmedo y sistemas agroforestales (ton/ha/año)


Mínima

Mediana

Máxima

Huertos forestales con varios doseles

0,01

0,06

0,14

Bosques naturales

0,03

0,30

6,16

Cultivo itinerante, durante periodo de barbecho

0,05

0,15

7,40

Plantaciones forestales intocadas

0,02

0,58

6,20

Cultivos de árboles, con suelo cubierto con otro cultivo o "mulch"

0,10

0,75

5,60

Cultivo itinerante, durante período del cultivo no forestal

0,40

2,78

70,05

Cultivo taungya

0,63

5,23

17,37

Cultivo de árboles, desmalezado

1,20

47,60

182,90

Plantaciones de bosques, con quema y con remoción de los desechos

5,92

53,40

104,80

Fuente: Wiersum, 1984

La importancia de la cobertura del suelo en la protección contra la erosión de la superficie ha sido demostrada en estudios sobre diferentes sistemas de cultivos de árboles y de montes, el resultado de los cuales es resumido en la Tabla 2.1. Las plantaciones de árboles y montes de las cuales se eliminó la cobertura del suelo demostraron ser mucho más sensibles a la erosión que aquéllas donde dicha cobertura fue mantenida. De un modo similar, los sistemas taungya (sistemas mediante los cuales los cultivos de alimentos crecen entre árboles jóvenes) eran más propensos a la erosión cuando se quitaban las hierbas entre los árboles que cuando se mantenía un cultivo como cobertura o una capa de hojas y desperdicios vegetales.

Cuanto más inclinado es el suelo y cuanto más larga es la pendiente, es mayor el peligro de erosión. Para reducir la erosión es posible utilizar diversas técnicas de conservación del suelo. Cuando se las combina con medidas físicas, como construir terrazas, el plantar árboles y arbustos puede ayudar considerablemente a consolidar el suelo y a impedir la erosión hídrica.

Tales técnicas son utilizadas en muchos sistemas de agrosilvicultura tradicionales (Vergara y Briones, 1987, Nair, 1984a). Por ejemplo, en la zona amazónica del Ecuador se utilizan franjas externas de Inga edulis (un árbol para leña, de las leguminosas) en un sistema de cultivo de yuca (Bishop, 1983). Una vez cosechada ésta, se planta una cubierta leguminosa perenne de Desmodium como pasto para las ovejas. Este es un sistema combinado árboles/cubierta del suelo/ganadería que, si es aplicado adecuadamente, mantiene una buena estabilidad del suelo y rápidamente lo mejora durante el período de barbecho.

Sin embargo, es importante reconocer que la plantación de árboles no garantiza un efectivo control de la erosión del suelo. El diseño y el manejo de tales sistemas resulta vital. Con sólo poner árboles en un sistema de cultivo o de pastoreo, e incluso con una reforestación completa, no se eliminará la erosión de superficie.

Las actividades forestales como las plantaciones también aumentan las posibilidades de erosión del suelo por el agua. Por ejemplo, en las plantaciones de "teca" en Trinidad, se ha informado sobre graves problemas de erosión que se debieron a la falta de vegetación inferior y de cubierta de hojas en la superficie del suelo (Bell, 1973). Por la misma razón, la introducción de árboles como parte de sistemas agroforestales no resolverá el problema de la erosión si el suelo entre los árboles permanece desnudo durante la mayor parte del año (Hamilton, 1986).

Sin embargo, se reconoce ampliamente que combinar los árboles con otras técnicas de conservación del suelo puede aumentar mucho las posibilidades permanentes de cultivo en las tierras en pendiente. En cierto momento, empero, incluso las mejores técnicas de conservación del suelo chocan contra barreras económicas y físicas que las hacen impracticables. En tales casos correspondería claramente mantener o reponer una cubierta forestal no tocable.

2.4 PROTECCION QUE BRINDAN LOS MONTES EN ZONAS CRITICAS O EN PELIGRO


2.4.1 Pendientes inestables
2.4.2 Protección de las costas
2.4.3 Montes ribereños
2.4.4 Zonas proclives a la salinización
2.4.5 Estabilización de las dunas

En las zonas delicadas desde el punto de vista ambiental los montes pueden desempeñar un importante papel indirecto reforzando la seguridad alimentaria al proteger la tierra agrícola y las zonas de pastoreo de peligros naturales como el deslizamiento de tierras y la erosión de las costas. En tales zonas de riesgo la eliminación de los montes puede amenazar seriamente a la producción agrícola.

2.4.1 Pendientes inestables

El efecto de los deslizamientos de tierra sobre la producción agrícola en pendiente y sobre las viviendas humanas puede ser desastroso. Además de la inmediata destrucción física, la caída de una gran cantidad de sedimentos a los arroyos y ríos afecta también la calidad del agua y la supervivencia de las pesquerías aguas abajo. La pérdida de alimentos combinada con un aumento de la incidencia de las enfermedades (debido a la mala calidad del agua) puede tener un grave efecto negativo sobre la seguridad alimentaria familiar.

Las pendientes abruptas deben ser consideradas separadamente de las más suaves. Las primeras son en gran medida resultado de la naturaleza del material geológico y sobre ellas tiene escasa influencia la presencia o la ausencia de árboles (Megahan y King, 1985). Esta puede darse tanto en terrenos con una pendiente relativamente suave como en aquéllos con una gran inclinación. Tales tierras son riesgosas incluso para la producción maderera pues la extracción puede tener un efecto desestabilizador y puede desencadenar un proceso incontrolable. Las áreas propensas a ese tipo de erosión deben ser dejadas intactas o deben ser cosechadas manualmente.

Las tierras o franjas de pendiente más suave son muy influenciadas por la vegetación. Las raíces de los árboles pueden aumentar substancialmente la estabilidad de las pendientes propensas a deslizar. Estudios realizados en Nueva Zelandia encontraron que las raíces de los árboles brindan más del 80 por ciento de la fuerza de cohesión del suelo en condiciones de saturación de éste (Oughlin y Watson, 1981). A este respecto, los árboles son mucho más eficaces que los cultivos o los pastos. Su eliminación podría aumentar la frecuencia de deslizamientos hasta en siete veces (Swanson et al, 1981). En este tipo de zonas el manejo forestal (así como algunas técnicas agroforestales) podría ayudar a proteger la tierra de los deslizamientos. Cuando hay que cosechar los árboles para obtener madera las especies que retoñan son las más adecuadas pues su sistema de raíces se mantiene vivo y mantiene la fuerza de cohesión del suelo.

2.4.2 Protección de las costas

Los árboles tienen una importante función en algunas zonas costeñas pues protegen las riberas contra el daño causado por las olas durante las tormentas. También pueden ayudar a reducir los efectos de las mareas extremas protegiendo así de la inundación y de graves daños físicos a las tierras vecinas. De este modo los árboles podrían ayudar a mantener la producción agrícola en las regiones costeras.

Los manglares tienen un papel particularmente significativo en este contexto pues ofrecen tierras cultivables y campo para la colonización humana en zonas protegidas de las riberas expuestas a las fuerzas naturales (Hamilton y Snedaker, 1984). Aunque los bosques de los manglares no pueden impedir los maremotos y otros desastres naturales, pueden sí mitigar sus efectos. En el caso del bosque Sunderbans, en Bangladesh, por ejemplo, donde las grandes mareas han provocado importantes pérdidas de vidas humanas y graves daños a las propiedades, los efectos habrían sido indiscutiblemente peores si los manglares hubiesen sido eliminados. Además, los manglares brindan un hábitat protectivo a muchas especies costeras de peces y crustáceos y así mantienen y protegen una importante fuente de alimentos para las comunidades ribereñas.

2.4.3 Montes ribereños

Los montes que bordean los lagos y los arroyos, conocidos técnicamente como bosques ribereños, también son valiosos desde el punto de vista del mantenimiento de la estabilidad ambiental. Ellos cumplen un papel de amortiguador vegetal que ayuda a impedir que los sedimentos lleguen a los ríos y arroyos y también proveen un importante hábitat para la fauna silvestre. Al retener productos químicos y pesticidas de la agricultura tal zona amortiguadora contribuye también a sostener la calidad del agua en el curso inferior de los ríos. Las zonas amortiguadoras ribereñas son también importantes para el mantenimiento de algunas especies de peces; en efecto, ellas ayudan a mantener estable la temperatura del agua y a impedir la sedimentación, procesos ambos importantes para mantener las poblaciones de peces.

Los árboles, además, pueden ayudar a estabilizar las orillas de los ríos y a impedir el daño causado por la erosión y por las inundaciones durante las tormentas. En las zonas ribereñas que tienen problemas, la creación de una franja forestal puede ser un complemento importante para las medidas estructurales.

Los efectos de los árboles en las orillas de los arroyos, sin embargo, no siempre son positivos. Los árboles pueden utilizar un gran volumen de agua y en las zonas áridas o semiáridas ello podría reducir los rendimientos aguas abajo, en particular durante la estación seca (Hough, 1986).

2.4.4 Zonas proclives a la salinización

La salinización del suelo y los problemas derivados se cuentan entre los problemas más graves que amenazan la productividad del suelo en las regiones áridas y semiáridas, especialmente en las regiones irrigadas. En ciertas condiciones los árboles pueden ayudar a mitigar la creciente salinización del suelo. Además, en algunos casos la supresión de los montes puede dar como resultado un aumento de aquélla. Los árboles a menudo absorben más agua que los cultivos agrícolas y la tala de los montes podría llevar pues a un aumento del nivel de las aguas freáticas (Hamilton, 1983). Cuando los niveles de las aguas subterráneas llegan a un metro de la superficie del suelo, la acción capilar puede llevarlas a la superficie donde podría concentrarse la sal debido a la evaporación (Hughes, 1984). La filtración del agua también puede dar como resultado la salinización de la parte baja de las pendientes y, si las sales entrasen en los cursos de agua, el resultado podría ser el impedir la vida de los peces y la imposibilidad de usar dicha agua para el riego.

Si se quiere evitar la salinización es esencial determinar el problema antes de talar los árboles. Donde la salinización ya se está produciendo, la introducción de árboles puede muchas veces desempeñar un papel útil para rehabilitar la tierra para uso agrícola.

2.4.5 Estabilización de las dunas

En muchos países el desplazamiento de las dunas de arena plantea una grave amenaza a la agricultura. Combinados con otras medidas, que incluyen diversos enfoques de fijación mecánica, los árboles desempeñan una parte importante en la estabilización de las dunas y en la lucha por impedir el daño que ellas causan (Weber, 1986; FAO, 1985). Mantener en la medida de lo posible una completa cobertura vegetal y reducir la velocidad de los vientos mediante el uso de rompevientos constituyen a menudo las mejores vías para impedir el movimiento del suelo.

Sin embargo, una vez que comenzó la erosión por las dunas, la primera medida consiste en determinar por qué la vegetación natural no vuelve a colonizar la zona (Weber, 1986). Si los animales o el fuego han sido la causa del problema, entonces no bastará con plantar árboles o con volver a darle su vegetación a la zona. En tales casos la construcción de vallas o de barreras contra los incendios podría ser una exigencia prioritaria o podría bastar para permitir la regeneración natural de la vegetación.

2.5 LOS BOSQUES Y EL ABASTECIMIENTO HIDRICO


2.5.1 Los efectos de la cobertura forestal sobre el flujo de los cursos de agua y los niveles del agua subterránea
2.5.2 Los montes y el agua proveniente de las lluvias torrenciales
2.5.3 Caudales bajos

La influencia de los montes sobre el suministro de agua subterránea y sobre el flujo de los cursos de agua es un problema sumamente importante, especialmente en lo que se refiere a la producción y la seguridad alimentarias, pero este tema está rodeado de gran cantidad de mitos y de incomprensiones. Los sistemas hidrológicos son complejos. Aunque los montes pueden desempeñar una serie de papeles útiles, la suposición que los bosques son siempre buenos para el abastecimiento hídrico es una grave y excesiva simplificación. Mucho depende, en realidad, de la profundidad del suelo, de las técnicas de uso de la tierra y de una serie de otros factores.

2.5.1 Los efectos de la cobertura forestal sobre el flujo de los cursos de agua y los niveles del agua subterránea

Existe la idea común de que los bosques aportan a los arroyos más agua que otros tipos de tierras y que la eliminación de aquéllos provoca que, aguas abajo, disminuya la disponibilidad de agua. También está muy difundida la creencia que la eliminación de los montes reduce el nivel de las aguas freáticas y, por consiguiente, afecta adversamente la disponibilidad de agua en los pozos y vertientes.

Aunque en ciertos casos estas suposiciones son justas, ellas no son universalmente válidas. A menudo es muy difícil predecir la influencia exacta de la deforestación o la reforestación sobre una cuenca particular sin disponer de pruebas concretas provenientes de circunstancias similares.

Los montes utilizan más agua del suelo para convertir la luz solar en biomasa que la mayor parte de las otras formas de vegetación. Como consecuencia, cuando los bosques son parcial o totalmente eliminados, el consumo de agua disminuirá y se puede esperar que crezca el rendimiento anual total de agua de los arroyos de la zona (Bruijnzeel, 1986; Hamilton, 1983). Los aumentos del flujo de los cursos de agua son mayores en el período inmediato a la tala del bosque (Bosch y Hewlett, 1982). Los niveles hídricos se reducen si los montes vuelven a crecer con vigor y en algunos casos el "consumo" de agua puede incluso superar el del monte original (Langford, 1976).

La creación de una plantación forestal tenderá a reducir el flujo de los cursos de agua. Cuanto más rápido sea el índice de crecimiento de los árboles, más pronunciado resultará el efecto. Un estudio realizado en la India informó sobre una disminución del 28 por ciento del rendimiento de agua inmediatamente después de la creación de plantaciones de eucaliptus (Mathur et al, 1976). Aunque se han convertido en el centro de la discusión actual sobre los efectos indeseables de las plantaciones de árboles sobre el aprovisionamiento en agua, los eucaliptos no son únicos desde el punto de vista de su demanda de agua. Cualquier árbol que esté bien adaptado a un lugar particular y que produzca una gran cantidad de biomasa -sea Eucalyptus, Pinus, Leucaena o de cualquier otra especie- consumirá también una gran cantidad de agua.

Aunque éstas son las tendencias generales, es importante reconocer que hay variaciones y excepciones. El flujo de los cursos de agua provenientes de los montes depende de la profundidad del suelo pues ésta influencia la absorción del agua por los árboles. Por otra parte, cuando los suelos son profundos, los árboles con hondas raíces pueden extraer agua que las otras plantas no pueden alcanzar. La absorción y la transpiración, por consiguiente, tienden a ser considerablemente mayores que en el caso de otros tipos de vegetación. Por otro lado, en los suelos poco profundos, la absorción del agua por los árboles puede ser comparable con la de las hierbas vigorosas y, por lo tanto, los incrementos del total anual del caudal de agua no serán mayores después de la eliminación del bosque.

El efecto de la cobertura arbórea sobre los niveles del agua subterránea es similar al que tiene sobre el flujo de los cursos de agua. Allí donde se midieron los niveles de la capa freática, en la mayoría de los casos se encontró que los mismos aumentaban después de la tala del monte y disminuían en una zona abierta si en ella se plantaban árboles (Boughton, 1970; Holmes y Wronski, 1982).

Cuando se considera el lazo existente entre la deforestación y los niveles de las aguas subterráneas, es importante distinguir el efecto del corte de los árboles de lo que sucede a la tierra después de haber sido desbrozada. Si la tala o las prácticas agrícolas son deficientes, la compactación de la superficie del suelo resultante puede tener un efecto significativo al reducir los índices de infiltración del agua, dando como resultado una disminución general de los niveles de la capa freática y, por lo tanto, menores niveles en los pozos y vertientes menos seguras. Aunque en tales casos generalmente se acusa a la deforestación de la reducción de la disponibilidad de agua, muy a menudo ello es una simplificación excesiva. En realidad, lo que causa los problemas es el modo en que se trata la tierra después de la tala, y no el corte de los árboles por sí mismo.

En las tierras que ya están muy compactadas, plantar árboles podría ayudar a romper la parte superior de la estructura del suelo y, por consiguiente, a aumentar los índices de infiltración. Aunque ello no ha sido confirmado experimentalmente, tal recarga hídrica mejorada en ciertos casos puede resultar suficiente para compensar el aumento de la evotranspiración provocado por los árboles. Por consiguiente, una vez más el efecto general podría ser contrario a la tendencia general; el plantar árboles podría provocar un aumento de los niveles de la capa freática.

Esta breve revisión de la información disponible sobre las relaciones existentes entre los bosques y el aprovisionamiento hídrico destaca cuan complejo es el manejo de los montes para el abastecimiento de agua. Sin embargo, caben escasas dudas sobre el hecho de que la influencia resultante -sea ésta un aumento o una disminución del aprovisionamiento del agua- puede tener importantes repercusiones sobre la producción alimentaria.

2.5.2 Los montes y el agua proveniente de las lluvias torrenciales

Desde el punto de vista de la agricultura, la variación en el flujo de los ríos y arroyos es a menudo tanto o más importante que la cantidad total disponible en todo el año. Las lluvias excesivas y las inundaciones que ellas causan pueden tener una influencia desastrosa sobre la agricultura en el curso inferior del río. La pesca también puede verse afectada pues las inundaciones generalmente arrastran una gran cantidad de sedimentos, que perturban el hábitat y el ciclo de vida de las especies acuáticas. Una gran variabilidad en las lluvias torrenciales envuelve también grandes riesgos para la producción de alimentos.

Cuando la tierra ocupada por montes es convertida en tierra agrícola, el efecto de las lluvias torreciales sobre ella dependerá del tipo de prácticas agrícolas que se introduzcan. Todo método de cultivo o de pastoreo que cause la compactación del suelo tenderá a reducir los índices de infiltración y dará como resultado que los cursos de agua recibirán un caudal mucho mayor que él que habrían tenido con los bosques, aumentando así la posibilidad de inundaciones. En cambio, hay algunas prácticas de manejo del suelo y de la tierra que probablemente crearán menos problemas. Las centenarias terrazas arroceras que se encuentran en las pendientes de algunas partes de Java, Balí, Cebú, Nepal y en otros lugares testimonian la eficacia de las técnicas tradicionales de manejo del agua. La conversión a la agricultura, por consiguiente, no aumenta necesariamente la propensión a las inundaciones.

A menudo se ha sostenido que los montes impiden las inundaciones y que su eliminación ayuda en cambio a causarlas. Aunque en esta afirmación hay algo de verdad, la experiencia sugiere que la influencia de los bosques se restringe fundamentalmente a las tormentas más frecuentes y de corta duración más que a las grandes tormentas. Aunque los estudios demuestran que la deforestación tiene normalmente como resultado un mayor volumen del flujo de las lluvias torrenciales y aumento del flujo de los arroyos situados en la inmediata vecindad, estos efectos tienen una influencia mínima en el caso de las cuencas de los grandes ríos (Reinhart et al, 1963; Douglass, 1983). No existe una simple relación de causa-efecto entre la tala de los bosques aguas arriba y las inundaciones en la parte baja de la cuenca (Hewlett, 1982).

El valor de los montes para la reducción de las inundaciones probablemente será mayor para los suelos más profundos. Al romper la parte superior del suelo y mejorar la infiltración, los árboles ayudan a aumentar la capacidad de almacenamiento de agua. Sin embargo, a partir de cierto punto todo suelo se saturará. Y más allá del mismo los árboles no podrán impedir que la lluvia corra hasta vertiese en los arroyos.

Cuando se producen grandes tormentas inusuales, a pesar de la vegetación probablemente se registrarán inundaciones. Los desbordamientos catastróficos de los grandes ríos no son causados por la deforestación sino por las lluvias excesivas caídas en un determinado período o por el rápido derretimiento de la nieve. Es incluso poco probable que la reforestación en gran escala de las tierras altas tenga una influencia importante sobre la frecuencia de este tipo de inundaciones. Ellas se presentarán existan o no los árboles.

2.5.3 Caudales bajos

La escasez de agua causada por los bajos caudales de la estación seca es también una importante amenaza en muchas zonas agrícolas. Se ha sugerido que los montes y los suelos forestales podrían desempeñar un papel benéfico actuando como una "esponja", al absorber el agua en la estación lluviosa para después liberarla en la estación seca. Se supone que la tala de los árboles eliminaría tal efecto de esponja y reduciría el flujo durante la estación seca (Spears, 1982).

En la práctica, sin embargo, hay pocas pruebas científicas en apoyo de tales afirmaciones. La mayor parte de los experimentos realizados indicaron que la tala aumenta el flujo de la estación seca en los arroyos del área tratada y que la plantación de árboles lo hace disminuir (Hamilton, 1983). Por ejemplo, en Queensland septentrional, en Australia, un arroyo que drenaba la zona y que normalmente se secaba periódicamente antes de la estación lluviosa, después de la tala pasó a ser perenne (Gilmour, 1971). En Fiji, la plantación de Pinus radiata en una zona seca de pastoreo redujo en un 65 por ciento el flujo de los arroyos en la estación seca (Kammer y Raj, 1979).

Es evidentemente arriesgado generalizar basándose en ejemplos aislados pues actúan una cantidad de factores. Aunque los árboles pueden aumentar la infiltración durante la estación lluviosa, durante la estación seca ellos extraen de profundidades menores un agua que de otro modo podría contribuir al flujo del río en la estación baja o a elevar el nivel de la capa freática. Cuál de estos efectos es más importante dependerá de las condiciones locales.

2.6 MONTES, SEDIMENTOS Y CALIDAD DEL AGUA

Una producción alimentaria estable depende tanto de la calidad del agua como de su cantidad. Un alto nivel de sedimentos y minerales disueltos en los ríos y arroyos puede tener diversos efectos negativos sobre la agricultura y la pesca aguas abajo, así como sobre el bienestar de la gente desde el punto de vista de la nutrición. Al ayudar a preservar la calidad del aprovisionamiento hídrico, los árboles y los bosques desempeñan un papel importante en el mantenimiento de la seguridad alimentaria. La calidad del agua está directamente ligada a la existencia de enfermedades humanas, y especialmente desórdenes gastrointestinales que afectan directamente la capacidad de absorber alimentos (y, por consiguiente, el nivel de nutrición de las personas). Es importante observar que la seguridad alimentaria incluye problemas relacionados con la capacidad humana de utilizar alimentos disponibles.

Desde el punto de vista del ciclo de los nutrientes, los bosques naturales intactos son el sistema de uso de la tierra más eficiente de todos (Bormann y Likens, 1981). Esos sistemas son incluso capaces de eliminar e inmovilizar algunos contaminantes potencialmente dañinos resultantes de las precipitaciones pluviales (Sicamma y Smith, 1978). La tala del monte, parcial o completa, rompe este estrecho y firme ciclo químico y libera minerales y nutrientes en el agua de drenaje. Esto ha sido comprobado en estudios realizados en Nigeria (Kang y Lal, 1981), Indonesia (Bruijnzeel, 1983) y otros países. Este proceso, además de provocar una pérdida de nutrientes en el lugar mismo, puede también dar como resultado una adición indeseada de nutrientes al agua de riego, que podría contribuir a la eutrofización de los cursos de agua.

Los efectos del aumento del nivel de sedimentos generalmente son graves. Aunque una modesta cantidad de sedimentos puede beneficiar la producción de alimentos en ciertas circunstancias -los granjeros de las llanuras anegadizas de Bangladesh, por ejemplo, dependen para mantener la fertilidad del suelo de las inundaciones periódicas y del depósito en sus tierras de sedimentos ricos en nutrientes- mucho más a menudo los efectos de los sedimentos son dañinos y costosos. Ellos pueden acabar con los cultivos de las tierras inundadas, tapar las agallas de los peces, dañar las pesquerías marinas al desestabilizar los manglares y cubrir los lechos de hierbas marinas y los arrecifes coralinos, arruinar la calidad del agua potable y provocar así un aumento de las enfermedades, reducir la capacidad de los estanques y diques para el riego, cerrar los canales de regadío y agravar las inundaciones al rellenar las represas de control de las mismas.

La cobertura vegetal no es el único factor que influencia la producción de sedimentos de una cuenca dada. Ella es también afectada por el clima (en particular, por las lluvias), la geología, los suelos y los incendios forestales (Pearce, 1986). Si los suelos son inestables y las lluvias torrenciales, muy fuertes, podría producirse una gran sedimentación, incluso en cuencas enteramente cubiertas de bosques.

Sin embargo, en ciertas condiciones, los montes sí tienen una influencia importante en la reducción de la sedimentación en las cuencas. En estudios realizados en Indonesia, por ejemplo, se comprobó que la producción de sedimentos de las zonas que habían sido reforestadas era sólo un tercio de la de una cuenca agrícola (Hardjono, 1980). La introducción de árboles en tierras de pastos o de cultivo, en un sistema agroforestal bien administrado, puede tener un efecto apreciable reduciendo la cantidad de sedimentos (Hamilton, 1983).

Antes de que se materialicen los beneficios de la plantación de árboles para reducir el nivel de los sedimentos pueden pasar años, según sean los mecanismos de transporte y de almacenamiento que allí actúen. Debido a que el sedimento puede ser retenido y almacenado por la vegetación y otras barreras físicas, la erosión del suelo no siempre se verá de inmediato en los ríos. Normalmente hay un intervalo y cuanto mayor sea la cuenca y mayores las oportunidades de retención del sedimento, más largo tenderá a ser ese interludio. Por consiguiente, los cambios en los índices de erosión resultantes de la alteración de los usos de la tierra pueden requerir un tiempo considerable antes de reflejarse en los ríos bajo la forma de depósitos de sedimentos.

En el caso de las grandes cuencas, los sedimentos retenidos seguirán afluyendo durante decenios. Las reforestación de las tierras altas, por lo tanto, puede tener escaso efecto a corto plazo. Los depósitos de agua seguirán llenándose de sedimentos incluso si todas la cuencas depósitos situadas aguas arriba han sido transformadas en bosques. Tal intervalo trae aparejado que se deban incorporar acciones para impedir la sedimentación desde el comienzo mismo de proyectos de desarrollo que es probable que causen un aumento de la sedimentación (por ej., la construcción de carreteras y la tala de bosques) o que sean afectados por aquél (por ej., las represas).

Allí donde la sedimentación constituye un problema, es importante identificar las fuentes precisas del mismo. En una cuenca determinada, el noventa por ciento del problema podría provenir del cinco por ciento del territorio. En un terreno inclinado, las carreteras y las actividades madereras en los montes son a menudo una fuente importante de sedimentos. Cuando se construyen los caminos a través o a lo largo de los lechos de los cursos de agua, durante la fase de construcción es posible que se arrojen directamente al agua importantes cantidades de tierra. Y si dichos caminos están mal ubicados, o han sido mal diseñados, o son mantenidos de un modo inadecuado, durante años podrían seguir siendo una grave fuente de sedimentos.

2.7 LOS BOSQUES Y EL CLIMA GLOBAL


2.7.1 El efecto Albedo
2.7.2 Anhídrido carbónico

Una de las formas más importantes en la que el bosque puede influir a largo plazo en la producción de alimento es a través de su efecto en el clima global: alterando los patrones de lluvia, temperaturas mundiales, y variaciones climáticas estacionales. La tala de bosques tropicales ha sido considerada como uno de los factores que contribuyen al aumento gradual del nivel de anhídrido carbónico y de otros gases menores en la atmósfera. El impacto que esto tiene en el equilibrio global del calor, el "efecto de invernadero", ha sido causa de preocupación extrema (Swaminathan, 1986). Las dos formas más significativas en las que se piensa que los bosques influyen en el clima global son el calor reflejado de las áreas boscosas, y el nivel de anhídrido carbónico en la atmósfera.

El hecho de que los niveles de anhídrido carbónico estén aumentando es ahora aceptado ampliamente. El impacto de ésto en el clima global es extremadamente difícil de calcular, y es motivo de gran controversia. Los efectos inmediatos pueden ser diferentes a los de largo plazo, y los efectos evidentemente variarán de región en región (Henderson-Sellers y Gornitz, 1984).

La agricultura será también afectada seriamente si el aumento del nivel del mar continúa, especialmente en las áreas costeras bajas. Bangladesh, por ejemplo, podría perder el 10 por ciento de su superficie. Muchas áreas costeras húmedas y los manglares serían destruidas también, con serias consecuencias para la pesca mundial.

2.7.1 El efecto Albedo

Los bosques de dosel cerrado absorben más radiación que otro tipo de vegetación y reflejan menos calor a la atmósfera. La fracción de radiación reflejada se conoce como "albedo". Ha habido muchas advertencias en los años recientes, expresando que las grandes talas de bosques pueden resultar en un aumento del albedo. (Hamilton, 1976; Chambers, 1980).

El efecto global de la deforestación indiscriminada no es fácil de predecir porque, junto con aumentar el albedo, la deforestación puede alterar otras variables que pueden producir efectos compensatorios. Dos de los estudios de "Modelos de Circulación Global" más completos han proporcionado casi exactamente predicciones opuestas acerca de los efectos de la tala de bosque tropical. Uno indica un leve calentamiento y un aumento de precipitaciones (Lettau et al, 1979). El otro predice un leve enfriamiento en la región ecuatorial y un 11 por dentó de reducción de las precipitaciones en la zona tropical (Potter et al, 1975). Un estudio más reciente, examinando el impacto de la deforestación de la selva tropical, afirma que aunque una alteración radical en la mata forestal aumentaría el albedo local, no habría mayor impacto en el clima regional o total (Henderson-Sellers y Gornitz, 1984).

Todos estos modelos son afectados por las complejidades inherentes de los sistemas climáticos. No hay probabilidades de tener un veredicto claro del impacto del aumento del albedo por la tala de bosques en el clima total.

2.7.2 Anhídrido carbónico

Existen muchas dudas con respecto al efecto de la deforestación en los niveles del anhídrido carbónico atmosférico (Woodwell et al, 1978; Hampicke, 1979). Aunque la tala y quema de árboles libera anhídrido carbónico, no es el único factor a considerar; la quema de combustibles fósiles y las manufacturas de cemento son consideradas como los mayores contribuyentes al aumento de la carga de anhídrido carbónico.

Sólo parcialmente se comprende el ciclo global del carbono y hay un desacuerdo científico en cuanto a la contribución para elevar los niveles del anhídrido carbónico que está ejerciendo la desaparición del bosque. Por ejemplo, el hecho de que el área forestal en la zona temperada norte esté creciendo en las últimas cinco décadas puede compensar la gran pérdida de bosques que está ocurriendo en el trópico (Sedjo y Clawson, 1984).

Mientras se tengan en cuenta factores como la quema de bosques, la fijación del carbono por los renovales forestales, y el efecto de los niveles de carbono en los niveles de fotosíntesis de las plantas, la mayoría de los modelos están de acuerdo en que habrá una transferencia neta considerable de carbono a la atmósfera debido al desmonte y quema en los trópicos. Una estimativa coloca la contribución total entre 1 y 4.5 billones de toneladas por año, más 2 billones de toneladas adicionales por la oxidación de materia orgánica descubierta en el suelo. Esta es claramente una cantidad substancial, dado que la quema de combustible fósil se estima que corrientemente proporciona alrededor de 5 billones de toneladas (Myers, 1980). Sin embargo, como se apuntó anteriormente, todo el ciclo del carbono no está bien entendido. El aumento anual de carbono en la atmósfera se estima que es solamente de alrededor de 2.3 billones de toneladas. Por lo tanto, el aumento de los niveles de carbono emitidos tanto por la deforestación como por la quema de combustibles fósiles, está siendo absorbido tanto por los océanos como por sumideros terrestres desconocidos.

Sin duda, una gran cantidad de investigación adicional se necesitará antes que los efectos del bosque en el clima global sean íntegramente comprendidos.

2.8 ¿LOS BOSQUES PROVOCAN LLUVIAS?


2.8.1 La cuenca amazónica
2.8.2 Los bosques húmedos de altura

El efecto de los montes sobre las precipitaciones locales es igualmente controvertido. Existe la creencia generalizada de que la deforestación causa una disminución de la precipitación local y de que, inversamente, la restauración de la cobertura forestal llevará a un aumento de la misma (Goodland e Irwin, 1975; World Water, 1981). Si así fuese realmente, tal efecto tendría una gran influencia sobre la agricultura.

La literatura científica al respecto está lejos de ser concluyente. En la India, se ha debatido durante casi den años la influencia de los montes sobre las precipitaciones (Singh, 1988). Algunos estudios informan sobre una disminución de las lluvias en ciertos distritos después de la tala de los montes (Warren, 1974), mientras otros han observado un aumento después de la reforestacion (Eardley-Wilmot, 1906). En algunos estudios también se registró el efecto benéfico sobre el número de días de lluvia por año (Ranganathan, 1949). Sin embargo, no ha surgido un modelo global claro y en general se ha concluido que, aunque podría haber algún tipo de relación entre la cubierta forestal y la lluvia, los efectos sobre la precipitación total son relativamente pequeños (Hill 1916).

Un estudio realizado en la cuenca central del Congo no encontró pruebas de ninguna influencia de los bosques sobre el régimen de lluvias. Sin embargo se ha sugerido que el desmonte, al aumentar el reflejo del calor, puede introducir alguna inestabilidad en los tipos de clima que podría ser igualmente importante para los sistemas de producción que el total de las lluvias (Bernard, 1953).

En buena parte de los Trópicos, la mayor parte de la precipitación local es resultado de los monzones o de grandes tormentas generadas por amplios sistemas climáticos o es causada porque la humedad del aire se condensa al pasar sobre las colinas y montañas. En ninguno de estos casos la cobertura arbórea parece tener una influencia dramática sobre las precipitaciones pluviales totales.

Hay dos casos especiales que, sin embargo, merecen atención, y ellos son la Cuenca Amazónica y los bosques húmedos de altura.

2.8.1 La cuenca amazónica

La Cuenca Amazónica es una llanura en herradura, abierta al Oriente a los vientos oceánicos cargados de humedad y cerrada por los otros lados por montañas y altiplanos. Estudios recientes han demostrado que en la Cuenca Amazónica el reciclado del vapor de agua resultante de la vegetación forestal puede constituir realmente una importante fuente de la humedad atmosférica causante de la lluvia en la cuenca (Salati y Vose, 1984).

Se ha estimado que convirtiendo el 10, el 20 y el 40 por ciento de la selva en arbustos y en cultivos se reduciría la lluvia anual en cerca del 2, del 4 y del 6 por ciento, respectivamente (Brooks, 1985). Estas reducciones podrían no parecer grandes, dado que el promedio anual de lluvias en la región supera los 2 000 mm. A pesar de ello, dado que el período seco en el Amazonas ya somete a dura presión al ecosistema, incluso un cambio de esa magnitud produciría transformaciones irreversibles en el bosque natural (Salati y Vose, 1984). Y aunque esos cambios no afectasen el clima global, los efectos sobre la producción agrícola de la región podrían ser desastrosos.

2.8.2 Los bosques húmedos de altura

El segundo caso se presenta cuando los vientos llevan nubes persistentes cargadas de humedad o de niebla a través de bosques o de cinturones de árboles. Los bosques húmedos de altura se presentan en muchas montañas a alturas elevadas y a menudo están compuestos por comunidades inusuales de animales y plantas. En todo el mundo, ellos cubren unos 500 000 kilómetros cuadrados o sea cerca del 5 por dentó de los bosques tropicales húmedos cerrados (Persson, 1974). Los bosques de niebla litorales que existen en algunas zonas costeras (a veces en zonas que tienen normalmente una precipitación muy escasa, como las costas de Perú y de Chile), actúan de modo similar. Esas áreas boscosas pueden tener una importante influencia sobre el sistema hidrológico de una región y, por lo tanto, sobre la producción agrícola.

Esas barreras de árboles atraen la humedad de las nubes o de la niebla. Los árboles aislados o los delgados cinturones de árboles son más eficaces. En los bosques cerrados existe un efecto de abrigo mutuo. Un estudio realizado en Hawai demostró en efecto que un solo árbol de Araucaria heterophylla añade 760 mm anual de precipitación "horizontal" a la normal precipitación vertical de 2 600 mm (Ekern, 1964).

Esta humedad extra se agrega al sistema hidrológico y puede elevar los niveles del agua subterránea y de los cursos de agua. Debido a su altura y a la gran superficie de condensación de la humedad los árboles son mucho más eficaces en esta función que otros tipos de vegetación. Mantener los montes en estas zonas es, por lo tanto, vital para los regímenes hidrológicos locales. Inversamente, cuando los vientos portadores de niebla o de nubes persistentes barren zonas que han sido taladas, plantando árboles en las mismas se puede restablecer un sistema de captura de las aguas.

2.9 BOSQUES Y RECURSOS GENETICOS

Una última e importante conexión entre los montes y la seguridad alimentaria es el papel de los mismos como reservas de la diversidad genética. Aunque no exista estrictamente un lazo ambiental, el hecho que el ambiente boscoso dé al hábitat una gran diversidad de especies animales y vegetales, convierte a éstas en importantes recursos biológicos.

Las zonas forestales representan el mayor almacén individual de la diversidad genética. Desde el punto de vista de la producción agrícola futura, las especies que ellas contienen -tanto las conocidas como las que aún deben ser descubiertas- podrían llegar a desempeñar un papel crítico al proveer las variaciones genéticas necesarias para combatir las plagas y enfermedades, que continuamente se adaptan a los productos que las combaten, y que afectan a los cultivos de alimentos. También podrían ofrecer una gama de alimentos y medicinas -tanto de origen vegetal como de origen animal- enteramente nuevos que podrían tener una influencia profunda sobre la nutrición y la salud humanas.

El conservar estos recursos genéticos para las generaciones futuras está siendo cada vez más reconocido como un imperativo que es a la vez moral y práctico. El problema consiste en encontrar el modo de lograr ese objetivo.

La conservación ex-situ de los recursos genéticos utilizando bancos de genes y de simientes indudablemente tiene un importante papel. Pero esos métodos cuentan con limitaciones: especialmente importantes son sus altos costos y los problemas técnicos derivados, como las contaminaciones genéticas en el seno de las poblaciones reproductoras. En el futuro previsible, los enfoques in-situ, o sea, la conservación de las especies en su hábitat natural, cargarán con el peso principal de la conservación de los recursos genéticos.

Eso significa que será necesario preservar intactas, o casi, ciertas zonas forestales. Esto plantea una serie de difíciles retos, dadas las muchas presiones demográficas y económicas que se ejercen sobre los montes. En muchos casos, en efecto, no se puede simplemente cercar zonas enteras del bosque, pues gran cantidad de personas dependen de esos montes que constituyen su modo de vida. Habrá que hacer compromisos y se deberá encontrar el modo de combinar la conservación con la utilización sostenida de los recursos forestales por los habitantes locales pues, a menos que éstos descubran un interés directo en la supervivencia de los bosques, los esfuerzos conservacionistas estarán condenados al fracaso.


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