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RECAPITULACION Y CONCLUSIONES

Un reciente examen de la experiencia adquirida en materia de desarrollo forestal comunitario llegó a la conclusión de que “los principios básicos sostenidos (a mediados y finales de los años setenta) ... eran esencialmente válidos” y de que las principales conclusiones que pueden sacarse de dicho examen “son en gran parte las mismas que ya se conocían” (Gregersen et al, 1989). En otras palabras, la ampliación real de la base de conocimientos durante el último decenio refuerza la apreciación original de que las poblaciones rurales dependen de los bosques y de los árboles de varias e importantes maneras, y necesitan asistencia para mantener y fortalecer esos vínculos. Lo que ha variado y aumentado enormemente es nuestra comprensión de cómo poner en práctica esas ideas.

Sin embargo, nuestros actuales conocimientos nos ofrecen menos normas definidas de acción de las que existían cuando el problema parecía concentrarse fundamentalmente en la escasez de leña, la deforestación y la consiguiente necesidad de plantar más árboles. Está claro que resulta más exacto y útil considerar el desarrollo forestal comunitario como un término genérico que abarca una gran diversidad de actividades relativas a los vínculos entre la población rural y los árboles y bosques, y los productos y beneficios que de ellos se derivan. Un aspecto que debe destacarse especialmente es la variedad y diversidad de estos vínculos, así como las diferentes disciplinas que intervienen en las actividades forestales comunitarias. El desarrollo forestal comunitario no constituye, pues, una disciplina o un programa aparte, sino una dimensión de la silvicultura, la agricultura, la energía rural y otros componentes del desarrollo rural.

También hay que reconocer, a este respecto, que los árboles y sus productos casi siempre forman parte integrante de complejos sistemas sociales y de gestión de recursos. Rara vez pueden aislarse o abordarse adecuadamente con referencia a un solo producto o una sola cuestión técnica. Asimismo, el hecho de que hoy en día la población rural dependa casi en todas partes de productos forestales públicos y de árboles plantados por iniciativa privada significa que no es probable que puedan hallarse soluciones simplemente plantando más árboles. El desarrollo forestal comunitario debe ocuparse por lo menos tanto de un mejor manejo de los recursos existentes como de la repoblación forestal.

Una mejor comprensión del contexto del manejo forestal basado en la participación debería contribuir en fijar objetivos de manera más clara y más realista. Aun siendo importantes, las actividades forestales comunitarias nunca pueden ser más que un componente secundario del sistema rural.

No es realista esperar que los proyectos y programas de desarrollo forestal comunitario logren cambios sociales o institucionales con mayor rapidez de lo que se producen en la sociedad en general; para tener éxito han de ser compatibles con el marco general en el cual se inscriben. De igual modo, es mucho más probable que las iniciativas tengan éxito si son compatibles con prácticas y derechos profundamente arraigados que si dependen de cambios recién introducidos.


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