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Prefacio

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) está interesada desde hace tiempo en la silvicultura como recurso para el desarrollo rural. En la última década, la explotación industrial y la presión demográfica deterioraron grandes superficies forestales. Las poblaciones rurales que dependen de estos bosques y sus productos están en peligro. En 1977, la Organización para la Agricultura y la Alimentación inició un programa especial de acción denominado “Actividades forestales en el desarrollo de comunidades locales”, que trataba de hacer frente a las necesidades de la población rural. La filosofía de este programa consistía en apoyar los esfuerzos de la población rural que, en sus esfuerzos por mejorar su bienestar, podrá obtener beneficios de las actividades ligadas a la silvicultura. La idea era un desarrollo forestal del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.1

Las mujeres campesinas son quienes más cuidan de los bosques y quienes más los aprovechan. Cada día caminan muchos kilómetros en busca de forraje y leña. Cogen frutos, nueces y pequeños animales que viven en los bosques como alimento para sus familias. Utilizan las cortezas, raíces y hierbas del bosque como medicinas. Los árboles otorgan sombra, embellecen y aseguran la protección ambiental a sus hogares. Los árboles y bosques cumplen así una importante función en la vida diaria de las mujeres campesinas. Desgraciadamente, la mayoría de los programas forestales son organizados por hombres que pueden no comprender la relación existente entre las mujeres y los bosques. La silvicultura ha sido habitualmente una profesión masculina y a muchos silvicultores les es difícil comprender que las mujeres pueden ser competentes en este campo. Además, las necesidades de las mujeres en lo que respecta a los bosques difieren a menudo de las de los hombres.

Las mujeres campesinas se enfrentan con obstáculos que limitan sus oportunidades de participar en programas de desarrollo de comunidades locales. Con frecuencia carecen de confianza en sí mismas o de un foro para hablar en público en su propio nombre y en el de sus familias. Por añadidura, a menudo la falta de acceso de las mujeres campesinas a la atención sanitaria infantil, el crédito, la educación y la tenencia de tierras supone para ellas una limitación mayor que para los hombres de su familia. Estos obstáculos han impedido que las mujeres campesinas sean escuchadas y que puedan tener un papel más importante en el acceso a la ordenación de los recursos arbóreos y forestales y en la adopción de decisiones al respecto.

Reconociendo estos hechos, la Unidad de Actividades Forestales Comunitarias de la FAO editó en 1986 Restableciendo el equilibrio: las mujeres y los recursos forestales, una publicación destinada a los encargados de formular políticas, que define los problemas y subraya la importancia de tener en cuenta las diferencias de sexo al trazar programas relacionados con las actividades forestales comunitarias.2 Esta guía de campo hace de Restableciendo el equilibrio un manual para quienes trazan y ejecutan los proyectos forestales y ha sido producida por el Programa de actividades forestales en el desarrollo de comunidades locales, como parte del Plan de Acción de la FAO para la integración de la mujer en el desarrollo. Este manual plantea formas prácticas de incluir a las mujeres en la elaboración y la ejecución de los proyectos. Su propósito es indicar métodos prácticas para incluir a las mujeres campensinas en la formulación y ejecución de proyectos forestales y se propone ser una herramienta para facilitar el debate, ofrecer opciones y promover acciones en favor de las mujeres y la silvicultura.

Agradecimientos

Esta guía de campo fue escrita por Mary Rojas, Directora Adjunta de Programas Internacionales en el Virginia Polytechnic Institute and State University, EE.UU. Forma parte de la colección de estudios y publicaciones de la FAO del Programa Bosques, Arboles y Población FAO/ASDI, que coordina dentro de la FAO Marilyn W. Hoskins, Oficial de actividades forestales comunitarias. La Agencia Noruega para el Desarrollo Internacional (NORAD) financió esta publicación. Illustrado y editado por Graeme Thomas.


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